Los Reyes le trajeron un caballete a Catalina Sampol. Tenía 8 años. Podía ser el principio de la historia de una pintora pero no es el de ella. Tras sus inicios en diversos talleres de conocidos artistas de la isla, sin embargo su vida avanzó por otros caminos hasta regresar a la pintura. Hizo de ella ella terapia y hoy es pasión.
La luz de las mañanas es la elegida para sumergirse en el lienzo para que los pinceles, los materiales, acaben perfilando y dando textura a unas composiciones en las que el mar es pintado desde arriba, a vista de pájaro. Sus cuadros son cartografías hipnóticas. Ella pasó buena parte de su vida en la cala de Deià en una casa colgada sobre el mar. Quién sabe si ese vértigo, ese mirar desde lo alto, se gestó en este lugar mágico de Mallorca.
Aguas calmadas, oleaje, transparencias, fondos insinuados y la costa besando el mar. La pintura de Catalina invita a darse un baño, a tirarse en picado o simplemente a seguir asomados, hechizados por el ir y venir de un Mediterráneo que nunca está quieto.
Lourdes Durán